"Considerando que el graffiti tiene un efecto adverso sobre la calidad de vida en los barrios de Nueva York, creando una impresión de desorden y caos...". El estigma de la era Giuliani pesa aún como una losa de mármol sobre el callejero neoyorquino. La 'fuerza de choque' anti-graffiti amenaza con multar con 300 dólares a cualquier niño o niña de seis años que se atreva a 'manchar' con tiza las aceras. El alcalde Bloomberg proclama con orgullo el 'Nueva York libre de graffitis' y la emprende contra los aerosoles como si fueran pistolas.
