Por Brad Hunter
Basándonos en estudios realizados por el World Wide Military Expenditures, los países del mundo gastan anualmente 950 billones de dólares en producir armas de destrucción y en mantener a sus ejércitos en buenas condiciones. Pero además de los enormes costos económicos que acarrea un conflicto bélico, la cantidad de pérdidas humanas y los trastornos de la gente involucrada son infinitos.
Más lamentable aún es que mientras los países del mundo deciden invertir dinero para poner al planeta en riesgo, en algún lugar del globo terráqueo cada cinco segundos muere un niño por desnutrición o por falta de atención sanitaria. Entonces la contradicción reside en que, después de millones de años de evolución de la vida, la principal amenaza es la misma raza regente e “inteligente” resultado de dicha evolución. Porque si por evolución se interpreta que haya mayor población, mayor riqueza y un despilfarro de los recursos naturales del mundo, la consecuencia será un desequilibrio de los diferentes ecosistemas planetarios.
Si realmente queremos tener paz, lo primero que debemos cambiar es nuestro pensamiento, como también los paradigmas de crecimiento y desarrollo actuales. Dejar atrás el sueño de poblaciones más numerosas; la costumbre de usar cada vez más recursos amenazando bosques, ríos, lagos y animales; cambiar nuestra necesidad de fabricar más automóviles o cualquier tipo de aparato con el único fin de satisfacer el consumismo. Este camino evolutivo -que niega que la causa de nuestros problemas se encuentre contenida en nuestro tipo de vida y en nuestro paradigma de crecimiento económico- nos conduce directamente a la catástrofe. ¿Qué forma tomará dicha catástrofe? Guerras masivas, hambre y cambios climáticos, entre otros trastornos.
Si bien hay muchos daños que ya son irremediables, lo importante ahora es que todos ayudemos a la siguiente generación a buscar el cambio, un sueño nuevo donde las mayores satisfacciones de la vida no sean materiales y donde la felicidad provenga del interior del ser humano. Debemos reformar el ideal impuesto por la sociedad del desarrollo descontrolado y depredador del hábitat, por un mundo equilibrado y con respeto por los ecosistemas naturales. Porque el hombre parece haber olvidado que él mismo forma parte de la naturaleza.
Nosotros somos los creadores del mundo en que vivimos. Todo comienza en nosotros, como soñadores de nuestros propios ideales. Si los sueños son equivocados también lo será la realidad que creamos. Nuestro libre albedrío nos permite modificar el presente para lograr un mejor mañana. Y para crearlo hay que creerlo, porque creerlo es crearlo.
COMO ES ARRIBA ES ABAJO
El magnetismo del planeta está descendiendo gradualmente y el comportamiento humano resulta afectado por este proceso. La disminución del campo magnético afecta la conciencia humana generando alteraciones en la capacidad de raciocinio de las masas.
Olas crecientes de pánico, miedo, locura en las ciudades, violencia en las calles y en la familia, desazón generalizada y agobio moral son resultado de los poderosos cambios electromagnéticos y de los incrementos vibracionales que afectan al mundo entero. Lamentablemente nada ni nadie puede aislarse de estos trastornos y si uno no trabaje en su propio ser verá cómo se acrecienta su desajuste. Por eso un cambio de conciencia es imperativo.
